lunes, 15 de junio de 2009

PRESENTACIÓN DEL POEMARIO "EGELASTA" de Lola Vicente





     Lola Vicente trabaja como técnico de agricultura en la Junta de Castilla y León; pero más que nada es escritora, desde siempre, desde que su padre la iniciara en este camino de afuera a adentro y de adentro a afuera de la palabra, desde que su padre publicara sus versos en una revista local. Desde entonces no ha dejado nunca de transitar estos campos de la letra con significante amplio, con profundidad de campo, que dirían los fotógrafos: hablo de la poesía.
     Es también Lola una persona de principios firmemente arraigados, de convicciones basadas en la eliminación de lo chabacano y, por tanto, en el subrayado de lo noble, tal y como en su familia le enseñaran. Su ascendencia está unida, según ella misma cuenta, “ a tribus primitivas y pueblos invasores y colonizadores, con un trasfondo de interés místico y literario”. Recuerda, cada día, el Cerro de los Santos de su lugar de nacimiento, y el eco de los rezos de los frailes; también la voz queda pero firme de dos de sus paisanos, de José Martín Ruiz, Azorín, y de José Luis Castillo Puche. Hablamos de Yecla, o de Egelasta, que es lo mismo, de los paseos por los campos y los montes, en la niñez, pintando historias en el paisaje que el tiempo se ha ido llevado a ese lugar oscuro llamado recuerdo, historias relacionadas con hachas de pedernal y puntas de flecha que yacen todavía en aquellos campos como signo inequívoco de otros hombres y otro tiempo. Caminar campo a través, bajo la hoja del olivo y del almendro - aceite y mazapán -, entre las cepas - vino -, subiendo y bajando cerros; y a veces, leche de cabra, directamente de las ubres, arriesgándose a padecer la fiebre de malta.
.....Vive Lola Vicente en Carbonero el Mayor, Segovia, desde que el pueblo era un lugar frío, seco y duro, desde que el destino la llevó a él. Allí se entregó a las gentes de la localidad y se casó con Esteban Miguelañez. Tuvieron cinco hijos.
.....Ha sido Pregonera de las Fiestas Patronales de Yecla en 1991. Su primer libro “EL ECO DE CYLEA” lo editó precisamente, Dúo-Graf, de la citada localidad. Pertenece a la Asociación Prometo de Poesía, a su Patronato, y mantiene una amistad estrecha con Ángela Reyes y Juan Ruiz de Torres, las almas motrices de dicha asociación. En la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, Carlos Murciano dijo, en cierta ocasión, al presentarla en sociedad, que ella era murciana y él murciano. Los premios le han ido llegando por accidente literario, estímulos simplemente, según ella misma cuenta. Es el ALMA MATER de la colección de RELATOS PARA, de la que han salido ya PARA SEGOVIA, PARA MURCIA, y ahora, está próximo a salir, PARA TOLEDO: colección de la que siento orgulloso, pero que muy orgulloso, de pertenecer, pues acoge en su seno a escritores tan distinguidos como Medrardo Fraile, José López Rueda, Emilio Porta, o Miguel Ortega Isla. Es Socio de Número de “ESCRITORES EN RED. ASOCIACIÓN MARQUÉS DE BRADOMÍN”, que esta tarde la ampara en esta presentación.
     Tiene publicados: El eco de Cylea, Desde Manuel, Cuadernos de Salima: 1º Zéjeles de amor y 2º Haykus a Granada, y como última muestra de su quehacer literario, éste Egelasta. Ha compilado tres antologías, una de poesía y dos de prosa.
     Egelasta, el poemario que hoy nos presenta, está prologado por Mercedes Molina, conocedora de la obra de nuestra poeta, más, mucho más que éste que les habla. En él se nos da cumplida cuenta de los elementos técnicos utilizados por la escritora y se nos previene contra la lectura rápida. Es un libro que hay que leer despacio, en voz alta, reconstruyendo la audición del ritmo del verso impar, de ese ritmo que invade la mayoría de los poemas que componen el libro. Al prólogo les remito, que es por sí mismo una ayuda necesaria para entrar en materia de fondo formal, que de contenido, como es lógico, es sólo un apunte; para eso, para saber toda la verdad y nada más que la verdad, hay que leer el libro. ¿Y qué nos cuentas Lola en este libro? Algo muy cotidiano, algo que todos nosotros hemos sentido, estamos sintiendo, y sentiremos siempre. Es la historia de una caída, pero también de un alzamiento. El poemario empieza como si nada, con unos gatos sobre los tejados, en la contemplación y la constatación de que la vida está ahí afuera, que sigue ahí afuera, como si nada, así de simple. Luego se deja caer en el recuerdo. Y luego está esa tercera parte, ABATIMIENTO, que hay que leerla en días de sol, con el ánimo firme: es un pozo de angustia y desgarro. Ahí está, a mi entender, toda la fuerza del libro, ese grito que te levanta de la silla, ese herida sangrante de los sentidos que sigue a la pérdida de un ser querido: en este caso el padre. El resto del libro es un resurgir, primero la evocación, luego la energía, luego la melancolía, y finalmente, podría decirse, la formación de ese espacio épico llamado Egelasta.
     Señoras, Señores, con ustedes Lola Vicente.


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