domingo, 19 de julio de 2009

CUADERNO AZUL




     Veinticinco años después estamos instalados en el Vincci El Kantaoui Center. Ella duerme. El viaje resultó largo. Salimos de Madrid, ayer, sobre las tres de la tarde. Llegada al aeropuerto, facturar maletas, tarjetas de embarque, despegue – me sudaban las manos, miedo, me aterroriza volar -, y aterrizaje en Túnez. Trámites de aduana, largos, muy largos. Autobús, dos horas de autobús.
     Ya teníamos un poco de hambre desde las dos de la tarde. Eran las dos de la madrugada cuando terminamos de cenar. Y sueño. Ella, que duerme mucho, como lo que es, una niña grande, anda agotada. Hace calor. Mucho calor. Esta mañana he empapado dos camisetas y dos camisas. Las he puesto aquí, en la terraza en la que ahora escribo, de cara al sol. En una hora se han secado.
     Ahora, sin embargo, por la tarde, a la sombra, en esta altura de un cuarto piso se está bien. Corre una brisa muy agradable. A mi derecha está el mar y el cielo, azules ambos, pero en tonos distintos. Hay un pequeño malecón en que se ven a tres o cuatro personas con las cañas de pescar. Una lancha con motor fuera borda, un yate pasando por detrás de una grúa metálica alta como una torre. En este lado de la tierra, justo en la perpendicular del mar están construyendo otro edificio. Por las dimensiones es otro hotel. Si es muy alto, estas vistas del mar se perderán para siempre. Veo a los trabajadores bajo el sol. No me extraña que estén tan morenos, tan tirando a negros. Hay un ruido de fondo como de una sierra y sobre él las voces de los hombres, ese árabe del que nada sé.
     Esta mañana, sólo por lo curioso de la foto, he estado apunto de hacerle una a la matrícula de los coches. Dos números, algunos signos árabes, y cuatro números más, todo ello debajo del símbolo de las marcas de los coches, marcas europeas, desde luego.
     Frente a mí hay un espacio arbolado y unas paredes blancas. Alguien grita en la calle: “guzná, guzná”. Es un joven con un pantalón tejano y una camiseta azul. Luego sale corriendo y se oculta tras la tapia que separa la carretera por la que corre del descampado en el que se está construyendo.
     Es una zona turística. Sol y playa. Las golondrinas se acercan y me cantan, o me dicen algo que tampoco entiendo. ¿Qué idioma hablan las aves? Tampoco me entiendo con ellas. Dos horas en un avión es suficiente para sentirnos extraños, extranjeros, entre animales, perdón, personas, de nuestra misma especie. ¿De verdad somos tan distintos? ¿Es tan grande la diferencia entre unos y otros?

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