lunes, 3 de agosto de 2009

LA PÁGINA EN BLANCO


A Javier Ribas que propuso el tema,
como siempre, de refilón.


     Primero contamos de cien hasta ciento veinticinco; pero al revés, mientras buscamos en la sombra del árbol que vemos desde la ventana la figura de un caballo. Cuando lleguemos a ese número mágico, cerremos los ojos e intentemos reproducir el chasquido de un beso en la mejilla. Y ya está, en ese mismo instante todo ha de ser silencio.
     Si no, repitamos la operación, hasta conseguirlo. El silencio, para los que no lo conozca, es como el agua, una superficie lisa y azul; una superficie que se mece y espera.
     Bien, supongamos que somos uno con el silencio. Sigamos con los ojos cerrados un momentito más, hasta que la campana de la torre de la iglesia empiece a dar la una de la tarde, hasta que la cigüeña extienda sus alas y salte. Ahí, justo ahí, hemos de abrir los ojos. Ahí, justo ahí, veremos la blancura sofocante del papel. Habrá un momento, un micro segundo, en que nos cegará. Si alguno padece fotofobia, puede ponerse unas gafas de sol. Pero tranquilos, esto pasa volando.
     Luego, tras el susto – algunos pueden llegar a pensar que se han quedado ciegos - todo es escribir, escribir y cantar. El miedo se habrá borrado de nuestros corazones. Las velas del barco de los cuentos se hincharán. Saltarán sobre nosotros todos esos personajes ocultos que lleva nuestro corazón de soñadores. El bolígrafo correrá sobre el papel, como si de una etapa de contra reloj se tratara.
     Lo único que no sé es la historia que escribiréis. Eso depende del arco que vuestros sueños esté dibujando en ese preciso momento. No os puedo ayudar ahí, porque vuestros sueños son sólo vuestros.






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