viernes, 9 de abril de 2010

ENFERMEDADES RARAS

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       El primer día de primavera de mil novecientos setenta y seis, a las cinco y media de la tarde, justo cuando limpiaba de papeles la mesa del trabajo para irme a casa, tuve el primer síntoma. Fue algo súbito, como si alguien hubiera abierto una ventana y afuera estuviera nevando. Me dio un escalofrío. Sí, se me puso la carne de gallina, incluso sentí en el pecho el dolor del frío, como ocurre cuando aspiras una bocanada del aire helado del congelador y es como un cuchillo. Tosí. Ya no recuerdo cuantas veces, dos o tres. Luego, como siempre, cerré con llave todos los armarios, los cajones de la mesa, la puerta del despacho y salí a la calle. Afuera la temperatura era muy agradable. El sol estaba todavía sobre los tejados y la luz venía cargada con una calidez encantadora.
       El amanecer del día siguiente fue devastador. Me dolía la cabeza, las articulaciones, el pecho; moqueaba y tosía. "Bueno, un catarro de primavera", me dije. Me levanté, me tomé un tazón de leche caliente con miel, un analgésico y salí a la calle. Llegar al puesto de trabajo y encontrarme perfectamente fue todo uno. "El trabajo es salud. Fíjate qué bien me encuentro", pensé. Pero, ¡hay amigo!, en cuanto empecé a recoger el escritorio, me sobrevino la primera gran crisis. Todo me empezó a dar vueltas, sudé en frío, la fiebre se me disparó, la cabeza volvió a dolerme, ahora con un martilleo constante. No pude más. Me senté en la silla de mi puesto de trabajo y estuve así más de media hora, sentada ante la negrura de la pantalla del ordenador.
       Pero el malestar seguía allí, vistiendo todo mi cuerpo. Me puse muy nerviosa. Encendí el equipo, para distraerme. Había todavía pendiente el registro de una veintena de facturas. Lo hice por inercia, porque si me quedaba así, quieta, atenta a las quejas de mi cuerpo me llegaba el ataque de pánico, y era peor; eso sí era realmente malo. Y, ¡oye!, ponerme con el registro y pasárseme todo el malestar fue todo uno. "Bueno, pues adelante", me dije. Terminé lo de las facturas y continué con la estadística del mes. Luego, por puro aburrimiento empecé a pinchar aquí y allá, en el programa de contabilidad; busqué en esos recodos reservados para a los informáticos y los listillos, vamos en donde no puedes investigar en una jornada de trabajo normal. Aprendí un montón de cosas.
       Sobre las diez de la noche vino el jefe. Se quedó completamente sorprendido de verme allí. Estaba sola. Todos se habían ido ya. Le conté mis dolencias, y lo extraño de los síntomas. "Te llevo a casa si quieres", dijo. "Vale, intentémoslo", le contesté. Pero no pudo ser. Nada más apagar el ordenador me puse a toser, a moquear, a lagrimear, me subió la temperatura corporal. Vamos, un desastre. Mi jefe estaba alucinado. No se lo podía creer. Dijo: "me voy a buscar un médico, esto no es normal".
       Y aquí estoy veinte años después, pegada a esta pantalla del ordenador. Lo mío no tiene cura. Me han visto todos los especialistas de la medicina imaginables, todos los inimaginables y gran cantidad de charlatanes, curanderos, brujas, sacerdotes y especialistas en multitud de disciplinas. Todos llegan a la misma conclusión: lo mío es alergia al descanso.

12 comentarios:

  1. Realmente espantoso!... Santiago, prometo repasar todos mis libros de medicina en busca de una receta radical que cure esa mortal enfermedad.

    Y no digo "rara" enfermedad porque, por desgracia, es más que frecuente. Es el síndrome del prejubilado/jubilado sin aficiones; el del trabajador normal cuando ya ha terminado la liga de futbol. Perfectamente superponible al síndrome del "nido vacío".

    El síntoma cardinal, invariablemente es la expresión "¡y ahora qué hago!".

    A los otros, los que no están afectados por la enfermedad, se les ocurren un montón de recetas "contra" el afectado. La más frecuente es esa que dice: "!pero desgraciao... ya quisiera yo tener un poco del tiempo que tu no sabes usar!

    Me ha encantado este relato, Santiago. Un abrazo.

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  2. Santiago, un relato muy ingenioso. Espero no padecer esa enfermedad tan rara, no vaya a ser que no tenga tiempo libre para la Blosgfera. Ya metidos en esta harina voy a estirar un poco más la masa. Espero que tampoco padezcamos ninguno de nosotros una nueva enfermedad también catalogada como rara. Me refiero a la electrosensibilidad ¡El cielo nos libre! Los síntomas pueden ser agotamiento, dolores de cabeza, nauseas, vértigo, pérdidas de visión, caída del cabello, presión alta, problemas digestivos, disminución de la libido,… El origen es debido a la reacción de algunas personas a los campos electromagnéticos originados por aparatos eléctricos como ¡EL ORDENADOR! Has leído bien. Una de las recomendaciones para disminuir los síntomas es guardar una distancia de seguridad aproximada de ¡UN METRO! Has leído bien, distancia de un metro con los aparatos eléctricos focos de esta contaminación radioeléctrica ¡ME MUERO! Tendría que elegir si de esta enfermedad rara o de pena. Con lo feliz que estoy tras haber conseguido integrar el ordenador en mi vida en una actividad que no sea laboral. Manuel ¡por favor! De paso que buscas información para la enfermedad que cita Santiago, aprovecha e infórmate sobre esta. Sin dudarlo creo que tendría efectos letales en cualquiera de nosotros que la pudiese padecer…
    Besos.

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  3. Tranquila, Alicia: todo es parte de los mismo.

    Ellos (los que nos mandan, los que nos pagan, los que nos reducen la cabeza) crean el organismo y la enfermedad. No pueden permitir la felicidad. Es un arma contagiosa.

    En el mundo actual vivimos inmersos en campos electromagnéticos mucho más potentes que el de un ordenador, de manera permanente. Y no morimos de ello. Morimos de soledad, de tibieza, de vulgaridad, de integración.

    Morimos de pérdida energética cedida a la constante tarea que se nos asigna: no nos mata el microondas. Nos mata la rutina.

    Existe un remedio eficaz: ¡La rebeldía!. Como diría Don Alberto Cortez... ¡A ver!... ¡probemos!...

    1.- No nos vamos a levantar las XX:XX de la mañana para ir a trabajar (podemos desarrollar cada cual nuestro trabajo, de manera óptima, a distintas horas del día).

    2.- No vamos a leer diarios, ni a escuchar noticias, ni a ver televisión. Vamos a leer libros que nos nutran, esos que nuestro amigo A.A. nos recomienda, los que expanden el espíritu. Vamos a escuchar música que nos emocione, y la bajaremos ilegalmente de Internet, sin pagar "canon" y se la regalaremos a nuestros amigos.

    3.- No vamos a tener vacaciones 24 días al año cuando la Empresa mande. Nos iremos de vez en cuando a buscar nuestro silencio allá donde esté y a gozar junto a la gente que amamos, sea o no tiempo adecuado para la empresa que nos sume en la agonía. Y seguro que ese tiempo necesario supera poco o casi nada los 24 días reglamentarios.

    4.- No temeremos el despido, el paro, la falta de reconocimeinto social. Formaremos nuestro propio entorno en el que subsistimos adecuadamente sin miedo al Jefe y sus caprichos.

    5.- Escribir, pintar, cantar, tocar, reir, amar, beber, soñar, son labores mucho más enriquecedoras que trabajar. Asi que les dedicaremos a ellas mucho más tiempo que al trabajo. Eso supone renunciar a la nómina fija ingresada cada día 5 en la cuenta; supone inestabilidad según las reglas del mundo. Pero ES LO QUE QUEREMOS. ¿No?.

    O sea: Los ordenadores no nos matan. Nos mata la vulgaridad. Y dejar ese terreno no depende de nadie más que de nosotros; nadie va a venir a darnos permiso para salir del agujero. Solo nuestra propia fuerza.

    ¿Vamos?.

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  4. Estimado Manuel.

    Coincido contigo en que la incógnita que plantea el final de este relato es espantosa.

    Sí, el conflicto empieza un día de primavera de 1976. Y acaba, para el lector, sólo para el lector porque el texto termina ahí, veinte años después, o sea en 199; con la derrota de esta persona, con la cadena perpetua que supone tener una enfermedad tan inusual: ponerse enfermo cuando uno deja de trabajar.

    La pregunta es: ¿y desde 1996 hasta el día de hoy, qué ha pasado con esta mujer?

    La respuesta es. No sé que habrá pasado con esta pobre trabajadora de la tecla, pero lo imagino.

    Allí, sentada ante su ordenador, siempre ante su ordenador.
    Allí, poniéndose mala cada vez que tenga que ir al baño.
    Allí, comiendo en la misma mesa en la que trabaja.
    Allí sin salir para nada de esa oficina.

    Sólo me consuela la idea de que si tiene ordenador, a lo mejor, puede salir al mundo virtualmente, vamos que puede leer las noticias de la prensa, ver incluso algún partido de fútbol; no sé, algo así.

    ¿Os lo imagináis?

    Hay mucho que cortar en este asunto, así que os lo dejo a vosotros, los fingidores.

    Además el texto es, como el caso que cuenta, un poco raro. Fijaos que yo no he hablado del síndrome post laboral, y ahí ha llegado Manuel.
    ¿Por qué? ¿Qué resorte magnético o no le ha llevado a ese límite?

    En verdad os digo que hay aquí un misterio.

    ¿Querréis ayudarme a descubrirlo?

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  5. En 1996, no en 199, que ha sido un error, Alicia.

    Y sí, Alicia, este texto tiene poderes. Fíjate, a ti, te ya llevado a la puerta del miedo a una enfermedad relacionada con esto que nos une. La situación de distanciamiento del mundo que el texto presenta como meollo del corazón dolorido de la protagonista ha pasado a ti y te ha llevado a plantear una cuestión médica relacionada con todos nosotros. Como si todos nosotros tuviéramos algo que ver con esta rara enfermedad laboral.

    Sí, hay misterio en todo esto. La verdad es que el texto no es mío. Lleva mi nombre como autor, pero no es mío. Lo encontré hace ya casi catorce años en las profundidades de una cueva, en la provincia de Cuenca. Estaba allí. envuelto, bien envuelto en una bolsa de plástico. El papel era muy antiguo, decolorado por el tiempo. Tuve que tener mucho cuidado al abrirlo porque se desmenuzaba entre los dedos. Luego, cuando puede leerlo, me llamó la atención. ¿Cómo es posible que este texto, escrito en este papel tan antiguo, hable de cosas tan recientes?

    Bueno, lo transcribí a un folio, quería una copia para mí, y lo entregué en la comisaría del Batán, aquí en Madrid. Esto es cosa de Itsa, dijo el policía. Yo no supe qué decirle. Él me dio las gracias y me puso de patitas en la calle.

    Te cuento todo esto porque a mí me pasa un poco lo que a ti. Cada vez que leo este texto, temo ponerme enfermo. No sé, es una sensación como de nausea, como de vértigo. Luego me duelen mucho los ojos... y sí, se me está cayendo el pelo.

    Bueno, espero tu ayuda en toda esta historia.

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  6. Manuel, estimado doctor. Yo sí que voy.

    Estoy de acuerdo completamente contigo y soy una luchadora, al igual que tú, para conseguir que la terrible enfermedad de la rutina no se apodere de nosotros.

    Con respecto a los apartados que aparecen en la receta del remedio llamado rebeldía que nos recetas, paso a comentarte. Había empezado a tomarla pero creo que debe ser un genérico y no sé si me dará el mismo resultado.
    Te lo explico por sí acaso tengo que hacerme con el medicamento del laboratorio original:
    1.-De momento me conformo con un horario flexible, creo que voy bien con esta parte de la receta.
    2.-Estoy completamente de acuerdo contigo. Es lo que hago últimamente. Espero estarlo tomando en cantidad adecuada. Pincha en mi nombre y si el libro y las músicas no son de la dosis indicada, por favor te ruego que me lo comentes.
    3.-De acuerdo, creo que esto lo voy haciendo bien. Yo ya me tomo como unos 100 días al año, aunque de momento negociado con la empresa. Todo se andará.
    4.-Esto creo que también lo llevo bien. He optado por ser la subjefa(Vicedirectora), pronto igual seré la jefa y espero que no me tengan miedo. Así no tendré miedo tampoco a todo lo que comentas.
    5.-Manuel es lo que queremos, pero si vamos a hacer todo eso que aparece en este apartado, y en todos los anteriores, casi que va a ser mejor que yo no renuncie a la nómina de funcionaria para pagar los gastos de todos.

    Comentarte que doy grandes paseos, sobre todo por por estos lugares de la Blosgsfera. Estoy segura que así jamás me contagiaré de esa enfermedad que citas llamada vulgaridad.

    Compañero, ha sido un placer pasar por tu consulta.

    Santiago gracias por permitir que el doctor convierta una parte de tu estancia en ambulatorio. Pensaré si puedo ayudarte con tu problema.

    Un abrazo a ambos.

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  7. Estimado Manuel.

    Me afirmo en lo dicho. Este texto está lleno de poder. A ti te lleva a la constatación de la teoría de la conspiración universal contra el hombre. Y por ende a tu rechazo absoluto, a tu estado de rebeldía permanente.

    Esto, tu rebeldía, me lleva a mí, y no sé muy bien por qué, a otros lugares. Entre ellos al Necromicron, a ese libro que no se debe leer, a ese libro que se adentra y te adentra o te deja en la locura.

    Como bien sabes en ese libro se habla de los antiguos, del poder de los antiguos perdido para siempre, etc. Y yo que creo que esa historia es toda falsa. Como tú veo que los antiguos siguen estando aquí, entre nosotros, marcándonos el ritmo de vida que hemos de llevar: atándonos al duro banco de los deberes.

    Por cierto que los deberes son sólo para unos cuantos miles de millones de personas. Para los otros, los menos, esos de los que hablas tú, estos deberes son intercambiables, como los cromos, ahora sí, ahora no... me apetece.

    En cuanto a tus cinco puntos, o a los cinco puntos de Sr. Cortez, ¡jo! estoy tan a gusto con mi futura jubilación, con los viajes del INSERSO, y toda esa maravilla de ser viejo y viajar, y dedicarte a lo que siempre has querido dedicarte - a saber: escribir, leer, ser persona - y conocer mundo, bien merecido desde luego, que la prisión del trabajo aun siendo inaguantable, se hace llevadera. Lo único que me fastidiaría sería que llegado el momento nos den NONES, que todo es posible.

    Bueno, seguimos.

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  8. Gracias Alicia.

    Espero tu ayuda, que sé será importante. Siempre lo es.

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  9. Estimado Emilio.

    Un poco más arriba he dejado escrito que:

    Hay mucho que cortar en este asunto, así que os lo dejo a vosotros, los fingidores.

    Y un poco más abajo:

    ¿Querréis ayudarme a descubrirlo?


    Es justo eso que dices que dijo ese de la Pava (Pavese), lo de el oficio de escribir, lo del oficio de vivir. Aunque a mí la palabra oficio al lado de escribir/vivir me dé un poco de repelús.

    Porque uno no oficia su vida, vamos no convierte su vida en un oficio del que vive. Uno vive. Punto.
    Porque uno no oficia su escritura, vamos no convierte su escritura en un oficio del que vive. Bueno algunos sí, los que se llaman escritores y miran desde arriba a los que sencillamente escriben. Uno escribe. Punto.

    Bueno pues ya tiene polémica al canto, o en el canto.

    Tú mismo, que decía un amigo.

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  10. ¡Pero que mezcolanza más divertida! Enfermedades extrañas, rebeldía, medicina alternativa, actitudes ante la vida...

    ...Y mientras tanto la pobre mujer anclada a un teclado. Santiago, a mi no consuela la idea de que, teniendo un ordenador, pueda salir al mundo virtualmente. Una cosa es que nosotros hayamos recreados pequeños avatares que viajan uniéndonos a todos, desde las distancias que nos separan, por los blogs. Lo hemos elegido, lo deseamos. Y otra muy distinta es que se le imponga al personaje portador de tan extraña enfermedad.

    Buen relato y buenos comentarios.
    Besos y abrazos para todos.

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  11. Querido amigo Santiago:

    El diccionario de la Lengua entiende la palabra oficio como ocupación habitual. No es exactamente la que yo entiendo, pero para entendernos vale el diccionario, ¿no?. O sea que, si tu ocupación habitual - es decir "tu hábito más cotidiano" es el de escribir, tienes el oficio de escritor. Eso, independientemente de que cobremos o no. Por eso yo me considero escritor: porque escribo de forma habitual. Por eso te considero escritor de oficio también: por lo mismo. Y conste que no es un problema de horas empleadas sólo. Es un problema de percepción. En ese sentido habla Pavese del "oficio de escribir". No hay que quedarse en el título, sino en el contenido del libro. Si lo has leído sabrás lo que quiero decir, si no lo has leido te lo recomiento vivamente porque, Cesare Pavese, además de un prosista con enorme contenido poético - de calidad - en su prosa, es un lúcido pensador. Como tú sabes idiomas lo puedes leer en el que te apetezca: está traducido a veinte de ellos, por supuesto al inglés. Pero vamos, la versión castellana es prácticamemte la italiana. Yo lo leí - a los veinte años más o menos, por cierto - en versión española.
    Por lo demás, gracias por darme la entrada al debate. Porque, con esa idea de "habitualidad" VIVIR es el mayor oficio. Un oficio que compartimos toda la Humanidad. Pero no, no...qué digo, algo falla...toda la humanidad "vive" la vida como mero transcurso de la existencia...no es consciente de la misma y sus posibilidades porque, tiene razón Manuel, sólo una parte pequeña de ella puede permitirse el lujo de "elegir" cómo vivir.
    Así que el debate sería elitista y minoritario porque para hablar de actitudes, de conductas conscientes, de relaciones humanas, etc. primero hay que tener resuelto el tema del techo y el condumio...y me temo que el 90 por ciento de la población mundial no puede pensar en cosa diferente.
    Asi que: no hay debate. Salvo que nos limitemos a la parte privilegiada de la Humanidad que puede seguir a Eduardo Punset por televisión o comprarse su libro "La conquista de la Felicidad". Y que conste que tengo mucho respeto por el Punset ciéntifico y divulgador del conocimiento, lo que ha hecho durante muchos años. Ahora "le han pasado" a los best sellers. Pues que bien. Pero yo creo que es un buen tipo que intenta explicar, intenta ayudar...
    Vale, por hoy, de debate. Espero no tener que empezar a contestarme solo. Sería una mala señal...Y mira, ya puestos, Enfermedades raras, que da origen a estas elucubraciones, es un buen título simbólico.
    Yo también creo que la cizaña agiliza las mentes y ayuda a caminar...siempre que no se autoenrede y forme una barrera infranqueable.
    Saludos.

    Port

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  12. Santiago, no sé si al final habrá debate sobre la vida. Yo por si acaso, voy marcando algunas diferencias y pongo algo de música:

    No es lo mismo vivir para escribir que escribir para vivir.
    No es lo mismo vivir bien que el buen vivir.
    No es lo mismo existir que vivir.
    No es lo mismo como se vive a como se quiere vivir.
    No es lo mismo planear el futuro que vivir en él.
    No es lo mismo vivir al día que vivir el día.
    No es lo mismo vivir que honrar la vida.

    http://www.youtube.com/watch?v=loao7Szhj1w&feature=related

    Un abrazo

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