miércoles, 6 de octubre de 2010

CRÓNICA DE URGENCIA

Últimamente no suelo hacer comentarios. Entro en las bitácoras, en casi todas las de la blogsfera de Escritores en Red,  leo, y sólo si hay algo que me fascina dejo unas palabras de admiración, normalmente tintadas de esfuerzo literario. Soy así, hasta los comentarios me parecen un espacio para el ejercicio de la excelsitud. Es más, en cierta ocasión propuse que los comentarios se transformaran en eso, en pequeñas piezas literarias de amarre; que dejaran de ser cabos sueltos flotando en un mar no siempre tranquilo. Hoy quiero dejar mis palabras. Estoy conmovido. Primero, para transcribirle a mi amiga Mari Carmen las palabras que una vecina le gritaba en Córdoba a su marido en plena disputa conyugal:”¿Sabes, lo que te digo: que a palabras mojadas, oídos impermeable?”. Perdonen pero soy parte en esta historia, no en balde Mari Carmen es mi amiga. Ella estuvo siempre a mi lado en los momentos difíciles, que es cuando se sabe si de verdad los que te rodean son amigos o no. Soy parte, sí; por eso me pongo del lado de la dueña de esta bitácora, del lado de la Señora de la Casa. Porque no olvidemos que estamos en su casa, de invitados; que si escribimos aquí, es porque ella lo permite, porque ella nos invita. Y está feo ser invitado, y venir presumiendo de Cátedra. Bueno si no es presunción es una descortesía. Porque en esta casa, nadie le ha pedido el carné de identidad a nadie. Y hacer ostentación de lo que se dice tener sin necesidad, que todo hay que demostrarlo, me parece a mí que es una chabacanería. Así que Señora Catedrática Chabacana ya se está usted disculpando, que a ello tocan las campanas, no a misa. Luego, para añadir que yo no digo que estas señoras entradas en años, a Leticia y Encarna me refiero, comadres de fina estampa, no tengan una pizca de razón siquiera en su planteamiento. Algo de verdad hay cuando dicen que Cris escribe bien. Pero para defender el buen hacer de Cristina no hace falta desmerecer el buen hacer de Mari Carmen. Porque Cristina escribe bien, sí, no lo dudo, incluso lo comparto. Yo diría, que a veces, muy bien. Pero sé que Mari Carmen tampoco lo hace mal. También sé que las dos no son catedráticas, y que a lo mejor las dos están en desventaja con tales sublimes mentes de la literatura, que lo catedralicio es de temer, es para tener mucho cuidado. Finalmente, para afirmar y corroborar que aquí, en este patio de letras, señoras de pitiminí, cada cual arrima el ascua a su sardina. Los que viven de los libros que publican hablan mal de todo lo que se escribe en La Red, de todo lo cibernético: “que no tiene calidad, que somos todos unos aficionados… “. Pero, señoras comadres, no me negarán ustedes que en esos espacios periodísticos en los que se comentan sólo los libros que toca, no hay alguno que estaría mejor vistiendo santos; bueno, eso es mucho, estarían mejor cavando zanjas, que la ortografía se la saltan a la torera, como si la norma no estuviera para cumplirla, sino para saltársela. Lo mismo diría yo, en negativo desde luego, de algunas de las mejores cien novelas de los últimos tiempos que, a decir de esta prensa pagada, se han publicado en los últimos veinte años en los que yo sigo teniendo uso de razón. Pero claro yo tampoco tengo cátedra ni madre que me alimente. Así que Cristina y Mari Carmen seguid discrepando, amigablemente, que en ello está precisamente la verdad de la vida. Y si hay algún malentendido, que parece que sí, pues os llamáis por teléfono, lo habláis, quedáis para tomar unas cervecitas, en el Café Gijón aquí en Madrid o en el Bar Andoni allá en el Norte, da igual. Y aquí paz y después gloria, que dice Pepe.

          ¡Ah, y no dejéis de leer la entrada siguiente, que no tiene desperdicio!