viernes, 26 de noviembre de 2010

LA LUMBRE


La leña todavía verde está delante de mí, sobre la llama; y a la izquierda, apoyada en el ángulo que comparten pared y poyete. La ignición produce pequeñas explosiones, de vez en cuando. A mí me parecen aullidos desesperados de la vida vegetal antes de dejarse caer en la ceniza.

La gata blanca dormita sobre la estera de paja, muy cerca de mi codo izquierdo. El calor del fuego me calienta la cara y las rodillas. El humo sube lamiendo la mancha negra bajo la chimenea. La circunferencia de las paelleras de cobre que cuelgan en la pared es negra también.
A mi espalda está la puerta entornada y el frío. A mi derecha hay dos cubos: almendra limpia, hueso limpio. También un martillo, un fuelle, y una traviesa de la que cuelga una bombilla. El mazapán llama a la puerta. Tengo en mis manos un libro electrónico y leo.
Mi mente está a muchos miles de millones de años luz, en un futuro lejano. Las galaxias son el campo de los hombres. Las naves estelares la hoz que siega los mundos. Es un ruido como el ruido que vivimos todos los días: dolor, bostezos de dolor sobre el silencio.
La gata miaga, se revuelve sobre la estera. Me levanto y utilizo el fuelle. El calor sube. Me vuelvo a sentar. Le paso la mano por la columna vertebral. Es una delicia. Ella me mira con sus ojos amarillos. Tiene la piel fría. “Yo también estoy helado, pequeña”, le digo.  
Y sigo leyendo, sentado en el pasado, volando en el futuro. Pero ella insiste. Me pone las garras en el pantalón. Son pequeñas cuchillas cariñosas. Son una caricia que dulcemente duele. La acaricio de nuevo. Ella me muestra su elasticidad. “Tienes razón, ya es hora de irse a dormir”, digo.

7 comentarios:

  1. "La ignición produce pequeñas explosiones, de vez en cuando. A mí me parecen aullidos desesperados de la vida vegetal antes de dejarse caer en la ceniza"

    Esto define a un escritor. No creo que sea necesario añadir ninguna alabanza. Hoy hace un frío helador y hasta el cuerpo duele. Pero esta lumbre, literariamente, abriga.

    Port

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  2. Gracias, Emilio.

    Tienes razón. La alabanza no es necesaria. Siempre me descoloca.

    Tienes razón. Este texto me define como autor. Tiene muchos detalles de lo que me gusta y no me gusta a la hora de escribir; e incluso de leer.

    Tienes razón. Hace frío. Y la palabra es un fuego, debe serlo, para el alma.

    Con sabios como tú a mi lado, todo es más fácil.

    Un abrazo.

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  3. Hay una expresión que me gusta mucho: “al amor de la lumbre” ¿es una preciosa expresión verdad?

    Ver como danza el fuego lamiendo la madera, escuchar el chisporroteo y el crepitar rompiendo el silencio. Me encanta dormir al amor de la lumbre, cuando enciende mi padre la chimenea, serena y reconforta tanto...Casi tanto como tu texto, que aporta calor a este día frío, en el que la nieve ha cubierto la cima de la montaña frente a mi ventana.

    Besos y abrazos.

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  4. Sí, Mari Carmen, el amor de la lumbre se hunde en las entrañas del ser humano desde la noche de los tiempos. Y es una verdadera delicia, aunque existan otros métodos más modernos de quitarse el frío. Lo mismo que la palabra en papel, en La Red... pero siempre la palabra.

    Gracias por estar ahí.

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  5. Desde mi silla, esta noche, frente a la chimenea en la que arde una inquietud de frio, te mando mi saludo, Santiago.

    Gran calor el de esta hoguera.

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  6. Es hermoso tener un buen fuego de amistad y misterio ardiendo entre nosotros. Nos quita el frío del horror que nos rodea, Manuel.

    Un abrazo.

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  7. Querido Valeriano.

    Ese comentario al que aludes, efectivamente, llegó a mi correo de moderador de esta bitácora.

    Era Anónimo. Nunca supe si eras tú o era alguien desconocido.

    Por eso no se publicó. Ya ves que seguidamente he limitado los comentarios a gente conocida o identificada.

    Muchas gracias por tu doble comentario. Y es verdad, el fuego, un buen libro, incluso el frío en la espalda es casi un espacio de felicidad. Sólo le falta que fuera eterno.

    Un abrazo. Amigo.

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