viernes, 11 de enero de 2013

Navegar sin red


     Me visita Santiago Solano. Nos sentamos ante una taza de café y unas pastas de almendra, y hablamos. Hablamos durante un par de horas. Me sorprende cuando dice: “Estás muerto cuando tienes un estilo”. Me sorprende porque es lo mismo, una a una las mismas palabras que dijo Dashiell Hammett poco antes de dejar de escribir. Luego me pide que publique este texto en El Literonauta.  


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        El hombre se convirtió en una simple cosa en manos de las fuerzas ( las de la técnica, de la política, de la Historia ) que le exceden, le sobrepasan, le poseen. 



Milan Kundera


1


     Este final y comienzo de año ha estado marcado por la ausencia de la soldada extraordinaria de diciembre, por un lado, y por la obligación de abonar todos los pagos domiciliados de antemano, por otro. Estos compromisos se habían adquirido desde la hoy equivocada hipótesis de que los sueldos de los funcionarios sólo se podían congelar, creencia mantenida desde el inicio de mi vida laboral, o sea desde hace la friolera de nada más y nada menos que treinta y tres años. A esta vejación de la congelación de nuestros salarios cuando a los mandamás les parecía de recibo, realizada por todos los gobiernos de todas las tendencias políticas que han pasado por el poder en esta España democrática – con lo que ello conlleva de pérdida de poder adquisitivo continuada-, ya estábamos más o menos acostumbrados. No éramos ciudadanos de tercera clase de derecho, pero sí de hecho, y lo sabíamos.

     Aún así, nunca imaginamos que llegaríamos a entrar en esta espiral de arbitrariedades que supone la rebaja pecuniaria y de derechos adquiridos aplicada por igual a todo el elenco del funcionariado; todo, en bien de una maltrecha economía nacional a la que por cierto éste trabajador no ha contribuido en nada más que con su esfuerzo diario y continuado de trabajo callado: hablo de ese trabajo en la sombra del que nadie habla más que cuando hay algún percance y que resulta forzosamente necesario para que esta nación funcione. Así que la cuesta de Enero de todos los años se ha transformado en precipicio; y a día ocho, mi cuenta está, como la de otros muchos honrados y currantes conciudadanos, desde luego, por debajo de cero.

2


     La reacción no se deja esperar y se produce por mímesis con la acción restrictiva del Gobierno:

     - Hay que reducir gastos e ir haciendo una bolsa para cuando no haya. Así que cambiamos el seguro del automóvil, que pagábamos con la extra, y convertimos un “a todo riesgo” en uno de “a terceros”. Apenas sí nos damos cuenta, pero nos sentimos un poco al descubierto, como si estuviéramos a punto de hacer un triple salto mortal sin red. Acabamos de bajar un peldaño más, si es que quedan, en el escalón social. ¡Tan fácilmente; como quien no quiere la cosa!

     - Hay que reducir gastos e ir acostumbrándose a mirar cada céntimo que gastamos. Así que pensamos y, por proximidad semántica, unimos el salto sin red del automóvil con la conexión a La Red - fibra óptica, ¡Dios, qué maravilla! -, y el teléfono fijo que van juntos, y que tenemos infrautilizados desde hace algún tiempo, desde que la vida nos puso, culturalmente hablando, entre la espada y la pared. Y, ya puestos, pues decidimos darnos de baja de ambos, que sesenta euros al mes son muchos euros al año. Apenas sí nos damos cuenta, pero nos sentimos desnudos por completo, como si parte de ese ser global que hemos sido durante estos últimos quince años, de repente, hubiera desaparecido del todo. Acabamos de bajar otro peldaño social más. Nos hemos convertido en un ser no conectado, en un ser marginal. Nuestro ordenador, por poner sólo un ejemplo, únicamente tiene los programas pirateados de gestión de textos, de fotos, de vídeo, etc., y nuestros insignificantes ficheritos, nada de esa biblioteca universal a la que estábamos acostumbrados, ninguna información del mundo exterior. Habrá que volver a comprar el periódico en papel, y sólo los sábados, por aquello de El Cultural, como hace ya muchos años atrás hacíamos, cuando los ordenadores no se interconectaban. Habrá que volver a un libro de bolsillo de a cinco euros al mes, en papel claro está. Y si me apuran mucho, a preguntarle al vecino, cuando nos urja, a ese que no conocemos de nada, los números de la lotería primitiva. Todo, si es que llega el peculio para la ilusión, que si ésta se pierde, apaga y vámonos. Volver, ésa es la palabra clave, sí.

     - Hay que reducir gastos y guardar para cuando no haya. Adiós al cine y al teatro si alguna vez fuimos. Adiós a la cultura y al esparcimiento. Comprar en “El día”, con la tarjeta descuento en la mano y únicamente lo necesario, nada de chuches, sólo lo ineludible. No consumir. Esa es la palabra clave. No consumir. Ya se sabe, el hombre honrado que tiene es porque no lo gasta. Reducir el consumo a nada, si es posible a menos cero.  


y 3

     ¡Ah, y esto de la crisis, no es tal, es guerra! A mí no me asusta la palabra porque me gusta llamarle a las cosas por su nombre. Eso sí, sólo guerra económica, de momento sólo recorte va, recorte viene… ¡ Y que dure por mucho tiempo, Amén!   



Santiago Solano, Enero de 2013

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