lunes, 1 de junio de 2009

JUEGOS EN LA EDAD TARDÍA (1)





     Luego comienza el viaje, deambula por el cañón, a diferentes alturas. Mira como el primer día: “La belleza no se pierde, eterna, intacta, pura”. La sangre se va amainando. Marte es un planeta tosco. La cúpula brilla arriba, redonda como una lente. Y aquí abajo, él, extraño, sobre la barca, con aire en los pulmones, un aire limpio, sin recuerdo alguno.
     Luego comienza la busca. El anciano se sitúa a metro y medio del suelo, y a metro y medio también de la pared transparente, máxima velocidad, escáneres encendidos. Los cuarenta mil kilómetros de su hacienda pasan, uno tras otro, hasta volver al punto de inicio. Nada, no existe nada al otro lado del círculo, nadie: sólo el latido del mundo.
     Luego comienza el retorno a casa, sobre los mares verdes, rodeado de luz crepuscular. Las serpientes carnívoras se levantan contra la barca con bocas llenas de largos cuchillos. El hombre las ve caer, desa-parecer. También, en la tierra del olivo, los toros bravos cantarle a las lunas la canción de su obstinada bravura. La música de este mundo inmenso, “terraformado”.
     La barca siempre le lleva de vuelta, al hogar. Es su obligación, preservarlo. La casa está a oscuras, fría.

2 comentarios:

  1. Triste y profundo. Me ha gustado mucho...¡Enhorabuena!
    Un abrazo.
    Mila Aumente

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  2. Gracias Mila. Por ti sé que mis palabras pueden describir la tristeza, y la hondura del corazón humano, que no es poco.
    Muy agradecido.
    Santiago

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