domingo, 28 de junio de 2009

JUEGOS EN LA EDAD TARDÍA 4




     La barca se despereza. El anciano abre los ojos, se aproxima a la ventana. El valle del marinero se tiñe de oscuridad. El sol besa el horizonte. Las agujas del reloj se detienen, tal parece que el movimiento del mundo se hubiera ralentizado. La ausencia es siempre triste. Él vuelve a pensar en ella.
     - Ella está aquí, de nuevo, al otro lado. Tu cuerpo necesita descansar, vas poco a poco cayendo; esta vez sí, en el pozo. La oscuridad va tomando forma.
     - ¡Sol del Agua! - dice el hombre - Hazla pasar.
     - ¿Me apago?
     - Sí, es, ¡tan bella!
     Lo demás es todo juego. Ella es una embaucadora, uno de esos viejos entes marcianos que nunca sueñan: bebe su sangre y le ofrece los pechos que nunca tuvo, la dulzura de una voz que no suena más que en él, en ese cuarto de niebla en el que mora el deseo.
     - Veo – dice ella – tu casa. La carretera de tierra. La oscuridad de la noche. Tu corazón de muchacho bajo las estrellas, late que te late. Ellas mueven la falda en la oscuridad. Cantan los grillos, el aire es caliente. Van los coches con las luces encendidas. En el cielo está la luna, una única luna blanca, sobre la silueta negra de la sierra. Eres joven. Estás ciego. Todo gira lentamente, como ahora. Tengo que irme, ahora sí, para siempre.
     El anciano le besa el pezón izquierdo que nunca existió por última vez. Ella se desvanece. Él grita. Hay un ataque de furia que le levanta del sillón. Cierra los puños. Sus ojos la buscan, pero ella ya no está. Las lágrimas caen y el silencio es la tierra roja de Marte que asciende, que sube y brilla; que choca contra la cúpula… y acaso un corazón humano solo, en medio de una eternidad que calla.
     Abre la puerta, y corre. El acantilado está cerca. Salta. El vacío de la caída le inunda. Pero no, no es la muerte. La barca abre sus manos de madre, y le sostiene. El anciano sólo puede cerrar los ojos y ver la oscuridad que le espera.
     -Te odio - dice.
     La barca no contesta. Sólo pone en su sangre unas gotas de alivio. El hombre duerme.

1 comentario:

  1. Defintivamente me gusta. Es un placer leerte y en esta ocasión, me arrastra limpiamente, sin pereza, tan viva como tu historia. Me gusta, no hay duda

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