sábado, 8 de mayo de 2010

DESDE AQUÍ

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Córdoba siempre está en la infancia,

siempre en la arena y en el río;
siempre en el jardín. Siempre veo
la rosa paria de Korckú,
en cuanto los ojos se cierran,
en cuanto la noche se pone
la máscara de la caricia
y vibra. 
             Los pétalos blancos 
riegan la ventana de luz.
Desde el agua se ven los muros
de la fortaleza, mas no
el movimiento del perfume.
El ángulo del amor sólo
se huele desde aquí. Ven, siéntate
en el extremo de este banco
de madera.
                  Mira la elipsedel universo, la cintura
de la oscuridad bajo el ojo.
Desde aquí la lágrima es
una esfera en el borde. Pura,
mil gotas de aventura y cuento,
un alma y su salto. Recuerda. 
La rosa paria de Korckú
encerrada.
                  Sí. En la torre
no queda ya ningún amor.
Por eso Córdoba se oculta
en el pasado, en la infancia.
Siempre en la arena y en el río,
siempre en el jardín del deseo.

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Así nos hablaba Sumac,
desde el ayer, todas las tardes,
todos los días.





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       Por la mañana, en la escuela de vida, a la sombra del gran árbol plantado en el centro del jardín de Midanat Al-Zhar, el maestro - entonces no era monje ni se llamaba Sumac -, nos enseñaba matemáticas, astronomía, historia, filosofía, y a poco que se despistara nuestra dueña - Azahara, la amada del califa -, se iba por los derroteros del tarot y la quiromancia. Pero él estaba allí por mandato expreso de Abderramán, para enseñarnos y hacernos practicar los siete tomos de la Ontología Áulica, la obra magna de Maslama ben Abdallah, que Alá tenga en su gloria.

       Casi todo el día se nos iba en estos menesteres. Ésa era nuestra única obligación, aparte de crecer antes los ojos bienhadados del califa. Pero lo que nos llenaba de gozo verdadero eran los atardeceres, cuando la llanura se teñía de rosa y la umbría de la sierra se iba dejando caer sobre la fortaleza. Nosotros nos sentábamos en un banco de piedra, bajo la enredadera que hay justo debajo de la ventana del maestro. Él, al otro lado de sus recuerdos, arriba, en la altura de su cuarto privado, acodado en el alféizar. Las horas se hacían pequeñas, apenas un suspiro. Él siempre recitaba desde el ayer, todas las tardes, todos los días. Su voz era un beso de enamorado. Sus palabras bajaban directamente al corazón. Nunca le preguntamos si la rosa paria de Korckú era en verdad una rosa. Nosotros, vestidos de juventud, intuíamos que era una mujer, un amor imposible, una muchacha bella herida por el destino.

       Era curioso. Cuando terminaba el poema se hacía el silencio. Jamás hemos vuelto a beber aquella tristeza.
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8 comentarios:

  1. La Entrada...por entregas. Bién. Al final es un libro. Un libro que tendrá - esto me gusta, me gusta realmente - la mezcla de los poemas ( el poema total que, a su vez los engloba), la narración que va implicita en esos poemas, la narración explícita, la reflexión-comentario, el análisis, la trasposición del recuerdo y la confusión memoria/futuro ( esto es la traslación a lo eterno de la compartimentación temporal )...

    Saber que en la de-construcción está al mismo tiempo la construcción ( ¿te he captado?) que cada cosa tiene el valor individual de lo particular, pero que forma parte de un entramado globalizador, creativo, que se plasma en forma y contenido y se eleva por encima de los géneros.

    No puedo estar más de acuerdo contigo en tu intento ( es realidad, lo ha sido, de alguna manera en otros libros y yo lo "veo" en éste...) y decirte que, aunque, algunas cosas son propias del emisor, y siempre se escapan al receptor, lo que estoy recogiendo - la parte que me toca como lector - es de un alto valor y engancha plenamente con mi concepción del hecho literario.

    Y podemos - y debemos - mezclarlo todo. Porque en nuestra mente todo se mezcla. En nuestro interior las clasificaciones sobran. Miremos los sueños, por ejemplo. Así que...

    Seguimos.

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  2. Querido Santiago, sé que se me escapa mucho de lo que pretendes transmitir. No sé a dónde vas y de dónde vienes pero eso me ha pasado muchas veces contigo sin embargo me he acostumbrado a seguirte sin titubear. Siempre he encontrado un tramo del camino que me ha compensado de las fatigas del viaje. Ando a la búsqueda de la idea principal del pasado, para trasladarla al presente. De mientras descifro tus palabras. Según Euclides, ángulo es la inclinación mutua de dos líneas que se encuentran una a otra. Jamás él hubiera imaginado que uno de sus ángulos, bajo la oscuridad del impreciso horizonte, pudiera ser tan bello.

    Un abrazo.

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  3. Seguimos aprendiendo y viajando...incluso la ENTRADA me inspira escribir:

    "Aprendiendo, incluso de la sombra del olvido, en las huellas de los derrotados...Medina Azahara rota por el tiempo, soñada por la memoria..."

    Gracias, Santiago.

    Nihalat
    (está más cerca del nombre de la magia firmar así hoy)

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  4. Ante tu entrada, cito a un "supuesto" cordobés:

    "La vida es como una leyenda; no importa que sea larga, sino que esté bien contada" y "El galardón de las grandes obras es haberlas hecho, no hay otro premio digno"

    (Séneca)

    Abrazos, Santiago.

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  5. Medina Azahara, ya tu nombre marcó tu destino. Leyenda, amor, perfume y viento, frágiles sustentos ante el paso del tiempo. Ciudad efímera condenada a desaparecer como el blanco aroma de la flor de Azahar.

    Gracias Santiago por recoger, en un delicado esenciero, algunas gotas perdidas en las grietas del tiempo.

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  6. Estimados amigos, Emilio, Alicia, David (Thank you), Jesús, Mari Carmen, Enrike, gracias por estar ahí, por vuestros comentarios, por vuestro tiempo, por vuestra inestimable ayuda en todo esto.
    De verdad que sois lo más importante de este viaje. Sin vosotros el mar de letras estaría aparcado en dique seco desde hace mucho tiempo.

    Un abrazo a todos.

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  7. Es que es muy bueno, Santiago, muy bueno...

    Port

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