miércoles, 23 de junio de 2010

MESA VACÍA, ¿MANOS VACÍAS?



Hay dos mesas circulares, de piedra.
Una en primer plano, la otra al fondo de la explanada,
delante del árbol con hojas que el viento arpegia.

Hay dos bancos en forma de arco acompañando a cada mesa,
de piedra también.
Y tres árboles jóvenes, todavía sin hojas,
en línea recta con el del fondo,
más alto, más verde.

La oscuridad viene de la izquierda,
de arriba, en forma de nubarrón.

Al otro lado de la pared vegetal está el resto del mundo,
perdido en la distancia.

La mujer está aquí,
sobre la barandilla misma de nuestro mirar.
Si extendemos la mano, seguro que la tocamos.
Está quieta, dejando que el vacío de la mesa
vaya contándonos la algarabía de las ausencias.
Los ojos están cargados de oscuridad,
de una oscuridad de siglos, como las oraciones.

La boca sostiene la mueca irreal
de ese segundo en el que la inmovilidad se hace fotografía.
Bajo la mesa, en el lado que no podemos ver,
en el labio desconocido de nuestra propia alma,
están las manos de ella.

Y no están vacías, os lo aseguro.

3 comentarios:

  1. Unas manos no están llenas por los objetos que porta, sino por la capacidad que tienen de dar lo intangible: cariño, amistad, consuelo...aderezado todo ello con alguna caricia.

    Besos y abrazos.

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  2. La imagen me ha llegado al alma antes de leer el texto, transmite una soledad estremecedora. Luego, tu magnífico texto me ha desentrañado muchos misterios.

    Un abrazo

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  3. Mari Carmen, Ana.
    La mesa sigue allí, en medio de su atemporal mundo.
    La mujer ya no. Ahora duerme, a lo mejor sueña. Pero en su mano derecha hay un anillo de amor, una hermosa esclavitud que la sostiene.

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