AVANT TOLEDO

Hoy estoy muy, muy, pero que muy borracho, y eso que apenas ha amanecido. Ni una ración doble de diazepán puede frenar los borbotones de furia. El vino tiene eso, trae esto, esta lengua suelta derramada en ponzoñosas palabras sobre el folio en blanco. Vuelvo a Madrid desde la lejanía imperial de Toledo, en el Avant de Renfe de las siete y veinticinco. Me vine ayer por la tarde a visitar a mi amigo Santiago Solano. ¿Recuerdan? Aquel pobre muchacho que se creyó escritor durante más de tres décadas porque tenía un blog, se auto publicaba sus libros, y porque no oía otra cosa que qué bueno era, qué bueno era, qué bueno era. Él es de los míos, de los que ha comprendido que todo es un mal sueño. La vida misma es un mal sueño, sí. Mejor no vivirla, como tengo dicho en muchos otros sitios. No me cansaré nunca de decirlo.           Y sin embargo yo tengo que estar aquí. Ya sabéis, no puedo morir. Y no es porque no lo quiera. Es que es mi naturaleza. Vivir como uno de vosotros por los siglos de los siglos. Amén, amén y amén; y bebo. Sí, por eso bebo. Hasta que se me dispara la lengua. Y luego escribo, para soltar lastre, desde luego. Porque yo sólo escribo para soltar lastre. Y para aburriros con estas historias. Si fuera, o pretendiera ser un escritor, escribiría para distraeros, para haceros olvidar los infortunios de los días, para alejaros de la verdadera realidad, de la crueldad que habita en el fondo de las cosas. ¡Ay, amigos!             Estuvimos paseando como una hora, por el camino de Nohalos, al atardecer, cuando el sol viste los campos de rosa y el amarillo de la paja recuerda el poder del oro. Está el hombre enchufado a una gran lágrima que emborrona el cielo; y muy, muy, pero que muy deprimido, con unas ganas tremendas de hacer alguna locura que tiña la tierra de vida derramada. Lo entiendo perfectamente. Cuando estoy muy borracho, como ahora, a mí también se me atraganta la realidad impuesta con que me atan los viejos y enigmáticos hados.            Dice mi amigo que el nuevo proyecto de ENR, del que sólo se sabe hacia dónde va por lo cada vez menos que va siendo, ahora, es una mierda. Así, con estas palabras, él que cuida muchos las formas, que vive en la forma; y que la nueva junta directiva está jugando al juego preferido de la más radical de las izquierdas. A saber. A romper las reglas del juego que consensúan los estatutos por el mero placer de romperlas, que si fuera por alguna conveniencia justificada, no digo que justa, sólo justificada, otra cosa sería. Y yo le digo, hombre, eso es que te has quedado obsoleto, que el html ya no tiene sentido, cosas del siglo pasado. Con lo actual y post, post, post moderno que es eso del libro de las mil caras. Reconócelo, estás celoso porque el proyecto sigue adelante sin ti, y, sobre todo, porque los cambios te asustan. Te estás volviendo conservador, le digo. Y él me dice que yo tampoco tengo ni puta idea de lo que era Escritores en Red. Así, con estas palabras. Luego se me echa a llorar porque sabe que con estas palabras ofende. Santiago llora mucho últimamente, por él mismo y por los otros. Tiene los ojos cansados, enrojecidos por el llanto. Yo pruebo sus lágrimas y son amargas, un vino amargo como el de la canción, un vino que quema.           Perdón, ya he llegado a Madrid. Hasta pronto.