sábado, 27 de octubre de 2012

En carne viva

     El miércoles veinticuatro, a las dos y media de la madrugada, tuve un accidente. Me desperté con ganas de orinar, metí la mano por entra las barras de metal lacado del cabezal de la cama, buscando el interruptor de la luz, y para cuando quise darme cuenta, ni había encontrado el dichoso botón, ni podía sacar la mano atascada. Me puse muy nerviosa. Tan nerviosa que el tirón que urdí para desasirme hizo que saliera despedida del lecho. Allí vieran ustedes mis ochenta kilos y noventa años atados al cabezal y bajando a toda velocidad hasta golpear el frío suelo. 





     Pero mi cuerpo no se detuvo ahí. Impulsado por la fuerza de la inercia mi pierna derecha fue a empotrarse entre las duras patas de madera de la cómoda. Literalmente estaba atascada y empotrada. Grité. No, no, aullé de dolor. Milagros, que duerme en la habitación contigua, vino enseguida, dio la luz y vio. Había un gran charco de sangre en el suelo. Intentó liberarme la pierna tirando de ella. Ahí volví yo a gritar, fuego sobre fuego. Salió corriendo y una eternidad después vinieron el dueño de la venta y otros dos hombres. Levantaron el mueble y me liberaron. 





     La mano izquierda, la que provocó todo este lío con quedarse atascada, va de luto. Pero eso es lo de menos. Lo peor es la pierna. Desde el empeine hasta un par de dedos por debajo de la rodilla la tengo en carne viva. Sí. La fricción con los bajos del mueble arrancó la piel. Y con ella fueron también algunos trozos de carne. En el hospital, aquella madrugada, se asustaron mucho viéndome tan mayor y en tal estado. Los médicos se portaron estupendamente, todos corriendo de acá para allá. ¡Mira que pasarme esto ahora que iba yo poniéndome mejor! 





     Cuando aprieta el dolor lloro mansamente, como la lluvia en Galicia, sin prisa pero sin pausa. Si entra Milagros me seco enseguida los ojos. No quiero que me vea así, derrotada, que ella es muy sensible y enseguida se le escapan las lágrimas. Y lo que menos quiero es verla sufrir, que ya ha padecido la pobrecita bastante. Si me pregunta yo le contesto que no duele, que lloro por España, que está como yo, vieja y herida, medio desollada. O que lloro por Dios, que cada vez somos menos los que vivimos para dar fe de uno y otra. 



     Cuando digo esto, ella, muy seria, calla y otorga.   








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     Os dejo aquí abajo unas fotos del viaje a Cataluña que hicimos, junto con Iacob, en la semana de la Fiesta de la Hispanidad. El título que le pongo al grupo fotográfico es

De la luna a La Sagrada Familia











Nandy de Lara



 

5 comentarios:

  1. No me dan miedo los fantasmas, ni las guerras, ni siquiera la soledad, pero ... tengo verdadero terror a las caídas !!! Esas llegan sin avisar y te dejan impotente totalmente. Deseo de corazón que te mejores. Besicos.

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  2. Gracias Trim.

    He estado con Dña. Fernanda. Está bien. Es un poco quejica.

    Iacob

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  3. Una historia truculenta y unas estupendas fotograías.
    Besos.

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  4. Estimada María Luisa.

    De tu adjetivo, turculento, para el efecto que causa en el lector, me quedo con que sobrecoge, no con que asusta; y para la causa de tal efecto, con que por su dramatismos, no por su morbosidad, ni por su crueldad.

    Resumiendo, que te sobrecoge el texto por su dramatismo.


    Pues, gracias. A veces, un adjetivo me lleva a estas cosas.


    Iacob.

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  5. Pues no pretendía decir otra cosa.
    Otro beso.

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