sábado, 17 de noviembre de 2012

Secuencias del alma o la verdadera historia de Taty Cascada

A mi septima seguidora, es decir a Taty Cascada


Taty Cascada
     Taty Cascada, subida a uno de los mil pájaros de Hitchcock, más allá y más acá de lo que el viento se llevó, surca rauda los mares grises y llega al Titanic. Toca proa en el mismo momento en el que ella le dice a él aquello de si piensas que soy llanura y trigo para tu boca, es cierto, lo soy.
Sherezade

     Taty Cascada es mujer y, como todas las Sherezade que en el mundo son, vive en el hilo de las historias que se inventa. Precisamente ahora está cortando la tela del cuento, tijera de plata bajo la luna, y haciendo estallar el labio rojo. Tú serás para mí un puente. Y dicho esto Santiago de Chile se abre a la noche versal.


Jennifer Jones
en
Madame Bovary

     Taty Cascada lee, allá abajo los otros, arriba ella. Una melodía de tinte pop anglo baja de un techo negro con puntitos celestes. Que conecte mi deseo con tus instintos más primitivos, dice. La brisa romántica - sal y ruido de inmensidad - toca el punto crítico de Madame Bovary. Y como no puede se de otra manera se levanta y aplaude.  




     — Ya sabes que deseo alcanzar todas tus formas — es la primera respuesta de Taty. 

     Por el tono y la expresión del dolor en su cara parece casi una declaración de amor. Por eso Gustave Flaubert, sonrojado del todo, insiste en que la Bovary es sólo una escultura en su imaginación, una escultura que se hace a sí misma, claro, pero sólo eso.
     — Ya sabes que estoy reclamando para mi lengua la expansión de tus entrañas, que estoy comprendiendo que la ternura que dialoga en mis manos presencia el origen de un sagrado estremecimiento.
     Para el presente eterno es un deleite sublime inenarrable el abrir las piernas de la casa de los espíritus. El público solloza; Isabel Allende sigue hundida y quieta, ebria y desgarrada.  
     — Ya sabes que me desintegro toda en ti. Agradeciendo el temblor de tu cuerpo estoy. 
     Habla mientras se pone el traje de aprendiz de pintora, ese arcoíris desvelado por la niña del sueño, mientras se disuelve en la niebla inicial que alcanza a todo poeta, mientras entra y mira y pasa las páginas del libro que sólo se puede leer una vez.  



     Taty Cascada se levanta y pone la voz en el vano de la ventana, junto al girasol y el geranio. Ópera, y luego algo de jazz. Entonces, en la salvaje penumbra de la noche cautiva, huele los aromas de la tierra. Su cuerpo es una pintura que adorna el cristal de una ventana, como una naturaleza muerta. Y no es Gabriela Mistral.


     Taty Cascada y el valor de tus piernas erosionando mi pecho son la desnudez misma. Lo equivalente a esos veinte poemas de amor y una canción desesperada que construyeron la leyenda de Octavio Paz, y de Mario Benedetti, y de Rilke y de eso otros que no han llegado a ser nunca más que sombras. Desnuda ella; así, así como la verdad desnuda.

     
     Taty Cascada es precisamente eso, ese salto del agua en la espuma, esa explosión de vida sobre la baranda de madera. Al fondo la frondosidad de los árboles, bajo un cielo cerrado en nubes que lamen a lo lejos la caída de la montaña. O ese rojo del pelo y la blusa que retumban en el lienzo como un poema de amor.


Detalles de la bitácora de Taty Cascada





6 comentarios:

  1. sigue poniendo la voz en el vano de la ventana, un saludo.

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  2. bonita manera de describirla a través de títulos de películas !! besosss

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  3. Gracias Ismael.

    Lo haré, eso de las tres uves: voz-vano-ventana.

    Iacob

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  4. Estimada Rosa.

    Gracias por tus palabras.
    Y además con las películas con las que ella se siente más identificada.

    Un beso.

    Iacob

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  5. Querido amigo:
    Agradezco tu deferente entrada, y sobretodo la agudeza con que me presentaste y acercaste a mi vida y textos. Por motivos de mi errático y cada vez más escaso tiempo, no pude visitarte días atrás cuando editaste el saludo; pero aquí estoy, y te abrazo desde mi alma hacia tu grandeza como compañero de letras.
    Un abrazo Iacob

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  6. Gracias a ti, Tati.

    Sin tus palabras, sin tu bitácora, sin tu apuesta por esta publicación haciéndote seguidora, este texto nunca se hubiera escrito.

    Eres, sin duda una de las fuentes de las que bebe esta sed de escribir que no cesa.

    Iacob

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