lunes, 20 de julio de 2009

CUADERNO AZUL (UNO)



     Ayer, en el autobús, mientras veníamos del aeropuerto al hotel, el conductor y los guías de la agencia de viajes, cuando hablaban entre ellos, de sus cosas, lo hacían en árabe. Era como si estuvieran cantando, como el trino un poco áspero del jilguero. En el hotel nos recibieron en español, y nos dieron la cena en francés, casi en silencio, porque el camarero de español nada.
     Los otros españoles que cenaban con nosotros, en otra mesa, no saben francés, no es que yo lo sepa, lo chapurreo, me hago entender; pero ellos todo por señas, ese esperanto universal de gestos. Era de nuevo el baile del cuerpo, un cortejo animal. A ellos se les acabó la botella de agua en un santiamén. La levantaron hasta los ojos del camarero y dijeron: “más agua”. El camarero la vio vacía y les trajo otra. Yo sin embargo le dije “o”, y rápidamente me entendió; pero no le quedaba y tuvo que ir al otro restaurante del hotel a por ella.
     Los de la mesa de al lado, los que no saben francés, se han hecho ya amigos. Bueno, ha formado grupo. El compartir la comida, que une mucho. Anoche no tomé la ensalada. “¿Con qué agua estará lavada?”, me preguntaba. No quiero coger una gastroenteritis a la primera de cambio. Ella sí la tomó, un poco. Está bien.
     Se oyen los cascos de un caballo sobre el asfalto de la carretera. Son como a especie de calesas, pero más largas, con cuatro filas de bancos en la que pueden ir hasta cuatro personas. El techo es verde, y el paso del animal decidido, casi al trote.
     La gente viene de la playa en traje de baño. Pasan continuamente vehículos.
     Ella se ha despertado ya. Está dentro, en la habitación, embadurnándose brazos, manos y cara con sus cremas antitodo. Se acaban de juntar en la calle dos de esas calesas/autobuses tiradas por un único cuadrúpedo. El que baja a la playa va vacío, en verde oscuro; el que sube, viene lleno de bañistas.
     Ella ha salido a la terraza y ha dicho:
     - ¡Ah! Estás aquí, escribiendo. Me he despertado. Te he buscado por la habitación y me he dicho: ¿dónde está éste?
     - Mira que fresquito, mejor que ahí adentro, en el horno; que ni con aire acondicionado.
     - ¡Ay, qué brisita más fresca! – ha dicho ella.
     - Vente a leer un ratito.
     Ha dicho que sí, se ha metido dentro, hace ya como media hora. No sé. Cremas, más cremas. Oigo de nuevo abajo, en las obras, el árabe.



2 comentarios:

  1. Tunez es así de pintoresco, se le puede disfrutar de diferentes maneras.
    Me han gustado las fotografias, hay un poco de todo, de aquello que nos venden y lo escondido en la trastienda.
    Rafael.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Rafael, por estar ahí.
    Un saludo cordial.
    Santiago Solano

    ResponderEliminar