jueves, 30 de julio de 2009

RESURRECCIÓN





     Las escaleras mecánicas de aquel centro comercial subían y bajaban sin parar. Eran las siete de la tarde. La anciana estaba en el inicio de una de ellas, clavada en el suelo por una mano invisible. Entonces llega el joven, la mira a los ojos y dice:
     - Venga, no tenga miedo, yo la ayudo.
     La coge del brazo, tira de ella suavemente. Ella se deja hacer, dócil como un cachorro. Ya en la escalera, mientras ascienden, la anciana aprieta con fuerza el brazo del joven, tensa.
     - ¿A qué piso vamos? – pregunta él.
     - Al de señoras – dice ella subiendo la mirada hasta los ojos del joven.
     Él sonríe, afable. En la escalera siguiente ocurre lo mismo, suben, se miran. Y en la otra.
     - Bueno pues ya estamos – dice él.
     - Gracias hijo – dice la anciana.
     - Gracias a usted – dice el joven.
     Ella se queda un poco desconcertada, mirándole fijamente a lo ojos.
     - ¿Por qué, hijo? – pregunta.
     - Si me deja darle un beso se lo digo – responde el joven.
     La anciana duda un momento. Luego dice:
     - Sí, claro.
     El joven le da un beso en la frente, un beso de hijo y soledad. Luego, mirándola a los ojos, dice:
     - Gracias madre, por volver.
     La anciana se queda paralizada, desconcertada.
     - No entiendo, joven.
     - Es fácil, señora. Tenía usted en los ojos, ante la escalera mecánica, el mismo brillo de terror que tenía mi madre. En usted la he visto de nuevo viva.
     Y el joven, antes de que las lágrimas rieguen su rostro, se da la vuelta y comienza a alejarse, a grandes zancadas, hacia el anonimato.


3 comentarios:

  1. Hermosa semblanza de las cosa que no vuelven. De las sombras que creemos ver en muchos de nuestros sueños.

    Gracias por estos minutos que me has concedido.

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  2. Gracias Manuel, a ti, por cerrar el ciclo, por acabar el texto. Estaba inconcluso, le faltaba, como dijo el poeta, o el filólogo, no recuerdo bien, justo eso, que alguien lo leyera. Ya no sólo es mío su contenido. Este texto ha entrado ya en el espacio empático.
    Un saludo cordial.
    Santiago Solano

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  3. Hola Santiago: Gracias por visitarme y dejar un precioso comentario. Ciertamente la memoria cuenta lo que cree con certez que es verdad, pero sin querer lo transforma aveces para sentirnos más contentos con nuestras propias actuaciones. En mi vida como en la de todo el mundo exiten amarguras y alegrías pero tengo la buena costumbre de olvidar lo negativo y convertir en positivo lo que en su momento fue quizá un dolor. Sólo los versos dejan escapar el sentimiento real por eso, nadie de los que me conocen bien, entienden como una persona positiva, en apariencia extrovertida, según ellos simpática puede escribir tanta amargura en muchos de sus poemas.Prefiero dejaros la positia y por ello seguiré escribiendo lo que la memoria me dicte. Un abrazo Carmen de Silva

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