sábado, 7 de noviembre de 2009

LA NOVENA DE BEETHOVEN




     Pedrito era un muchacho muy listo. En la escuela cogía las cosas al vuelo, igual que las moscas en la siesta. Las matemáticas no tenían secretos para él, la historia era nada para su memoria prodigiosa, la literatura un entretenimiento necesario. La religión, sin embargo, le planteaba muchos problemas. No entendía eso de que Dios fuera a la vez padre e hijo. Miraba a su padre, y decía: es él. Se miraba a sí mismo y decía: soy yo. Y luego, tras un minuto de cavilaciones, concluía: Uno no puede ser dos cosas a la vez. Esto es una tontería.
     Pedrito, mientras sus padres dormían la siesta, se dedicaba a cazar moscas. Luego las iba metiendo en un tarro de cristal. Llegó a reunir en el verano del sesenta y ocho hasta tres mil quinientas treinta y una moscas. Todas apelotonadas en el tarro, todas muertas por asfixia, formando un amasijo, una tierra oscura como el carbón. El quince de septiembre, antes de ir al colegio, abrió el tarro, le echó un poco de gasolina, y le prendió fuego. Las moscas ardieron. La cara de Pedrito ante el fuego era todo un poema de felicidad. En el bote sólo quedó una ceniza gris, y unas manchas negras sobre las paredes de cristal.
     Aquel curso Pedrito se enamoró de la única manera que se enamora un colegial, locamente. El centro de sus deseos era un niño de su misma aula, rubio, de ojos azules y pequitas rojitas en la nariz. Pedrito no sabía lo que le pasaba con Luisito. Lo miraba y se le iba el santo al cielo. Le oía hablar y se quedaba transpuesto, como si estuviera escuchando la novena de Beethoven. Tanto se le notaba el deseo que los compañeros de clase empezaron a hacerle burlas. “Pedrito es magiquita, Pedrito es magiquita”, decían al salir de la escuela, mientras corrían a sus casas. Y Pedrito sentía crecer en su corazón aquellas dos tormentas: el amor por Luisito y el odio por los otros.
     Pedrito se metió muy dentro del corazón su amor y sacó muy afuera su odio. Cierto día, sin más, le propinó un puñetazo a Luisito. El impacto fue brutal. Luisito calló al suelo sangrando. Se levantó, se puso a su altura, y le dijo:
     - Y mira que me gustabas; pero esto ya rompe todo.
     Pedrito, de ese día en adelante, utilizó toda su listeza para la maldad. A los veinte años entró en IBM, tras falsificar su examen. A los treinta ya era Ingeniero Informático en la empresa. A los cuarenta se casó con una pobre empleada que le dio dos hijas. A los cincuenta era uno de los socios más importantes en la compañía. A los sesenta se prejubiló con un sueldo más que aceptable. A los sesenta y cinco años escribió su primer libro. A los setenta le dieron el primer premio literario. A los noventa años, solo, delante de la televisión, un día de noviembre, abrió los ojos y se dio cuenta que se le había ido la vida en un santiamén.
     Ahí, antes de morir, se dio cuenta Pedrito de lo tonto que había sido. Y antes de volver a cerrar los ojos, esta vez para siempre, dijo:
     - ¡Nunca sabrás lo que te he querido, Luisito!


     La cara de D. Pedro muerto, ante el televisor, era todo un poema de felicidad.



2 comentarios:

  1. Ante un insulto antes pensaba...¿por qué pegarse, si las palabras no causan sangre?
    No, es peor. Las palabras desgarran el alma y envenenan el corazón sembrando el odio.
    Y si dejamos que el odio guíe nuestras vidas, estamos perdidos...sólo conseguiremos una vida vacía y sin sentido que nos lleve a nuestra propia destrucción.
    Apartemos todo lo que nos cause rencor, seguramente no será importante, consigamos la sonrisa feliz de Pedrito...pero antes de morir.

    Besos.

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  2. Santiago esta vez te voy a responder con un micro al que tengo un especial cariño. He participado con él en un concurso con motivo del Año Internacional de la Astronomía 2009.

    El micro trata también el tema de la homosexualidad y creo que Pedro, el protagonista de tu relato, habría sido más feliz si hubiese hecho el cambio de rumbo que hizo Ramón, el protagonista del mío.

    Santiago, estaba esperando un momento especial para que este relato viese la luz. Creo qué me lo has puesto en bandeja. A mi me ha gustado el tuyo, sin embargo me gusta más el final del mío.


    CAMBIO DE RUMBO
    Era una noche estival, sentado frente a un sonoro rio estaba reflexionando sobre hacia dónde dirigir el rumbo de su vida. El sonido del agua siempre le había proporcionado la tranquilidad que en ese momento estaba necesitando para reflexionar sobre, si acaso, debiera tomar una decisión que, quizás por cobardía, todavía no había tomado.
    Sus padres siempre habían pensado que era como una bala perdida, sin embargo él era consciente de que lo que les había separado era una cuestión de sentimientos. Lo que él sentía y lo que a él le proporcionaba felicidad, era considerado por sus padres como algo fuera de la ley.
    Tras mucho meditar casi tenía decidido que su vida debía seguir el rumbo marcado por la naturaleza, al igual que lo hacía el rio testigo de sus desazones. Miró al cielo y justo en ese momento, en la inmensa oscuridad solamente salpicada por destellos intermitentes de estrellas, observó como una de ellas, rebelándose frente a la posición estática del resto y con un movimiento enérgico, cruzaba el espacio infinito.
    Cuando llegó a casa sus padres ya se habían acostado. Él, ya en la cama, como todas las noches se puso los auriculares para oír la radio. En eso, un radio oyente dijo la siguiente frase: “Más vale ser estrella fugaz pero distinta y feliz, que vivir eternamente siendo estrella normal pero desgraciado”. Se acordó de su visión al lado del rio y se durmió.
    A la mañana siguiente, desayunando, se dirigió a los padres y con gran diligencia les dijo:
    -Llevo mucho tiempo intentando normalizar mi vida y no lo he conseguido porque os cuesta aceptarme como soy. Tras meditarlo seriamente he decidido casarme, será el mes que viene. Mamá me gustaría que fueras la madrina de mi boda con Ramón.

    Besos

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