domingo, 14 de marzo de 2010

CIRCUNFERENCIA




     Marco el número de teléfono de ella.
     Mientras los tonos de la llamada que hago suenan en mi oído izquierdo, oigo en mi derecho la melodía de un teléfono inalámbrico.
     ¡Qué casualidad, es la misma música que ella tiene puesta en su teléfono!”, pienso. Suena muy cerca, como si estuviera aquí mismo, en la cocina.
     Pero ella no lo coge. Corto mi llamada y se corta también la musiquita que me bailaba en el odio derecho.
     ¡Qué curioso, empiezan los tonos de llamada, empieza la música! ¡Corto la llamada, se corta la música!”, pienso. Luego me pregunto qué estará haciendo, dónde andará, por qué no lo coje, por qué no viene. Tengo hambre, tengo hambre y ella tarda.
     Miro el reloj. Son ya las tres. Marco otra vez y todo se repite, exactamente igual, lo mismo que antes. “¡Qué casualidad!”, digo. Y vuelvo a las preguntas.
     "¿Por qué no me coge el teléfono? ¿Qué estará haciendo? ¿Por qué no viene?” Desesperado me levanto. Voy a la cocina. La puerta de la nevera está abierta. Cojo una lata de cerveza y le doy un buen trago. Me siento en la silla. Miro hacia los fogones de la cocina, por casualidad.

     Y de pronto veo el teléfono móvil de ella, allí, sobre la encimera. Un escalofrío me recorre la espalda. Hay en mi cerebro un estallido, como una premonición, como una llama ardiendo.
     No lo puedo evitar. Marco su número de teléfono.
     Otra vez la misma historia: los tonos en el izquiero, la musiquita en el derecho. Pero ahora sé que no hay error. El teléfono que suena es el de ella, el que ahora ven mis ojos y oyen mis oídos.
     Entonces recuerdo. Y sé, de pronto, cuando vuelve la memoria, por qué ella no coge el teléfono, por qué se lo ha dejado ahí, abandonado.
     La muerte siempre me pone triste. Su muerte me pone triste. Y lloro, otra vez, como esta mañana. Pero sólo hasta que me olvido.
     Luego todo volverá a empezar.




14 comentarios:

  1. El móvil empieza a ser como una especie de pequeña alma mecánica que nos sujeta. ¿Incluso más allá de la muerte?. Tu relato me hace pensar. Siempre quise eliminar el teléfono de mi vida. El fue la primera red de control del pensamiento en libertad. Luego entendí que yo también lo necesitaba para trabajar y comunicarme. Ahora no se que hacer con él. A veces pienso que el teléfono no es mío. Es de los otros. Y ellos me llevan en el bolsillo. Incluso en silencio. Creo que la circunferencia de tu personaje es el círculo invisible del que no podemos salir. Ni siquiera en la ausencia. O quizás... con la ausencia sí. La definitiva. Pero hará daño a los que nos quieren. Al menos durante un tiempo. Al leerte lo veo.

    Port

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  2. Todas las pertenencias que nos van dejando los seres queridos forman parte del álbum de nuestros recuerdos. El teléfono móvil es un artilugio moderno que sirve para muchas cosas: establecer una conversación, pedir perdón a través de un mensaje escrito o hablado... Debe ser muy triste que, como en tu interesante relato, suene el móvil de alguien que nos haya dejado para siempre.

    Un abrazo.

    Mila

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  3. Genial!, querido Santiago.

    Quizá por eso, a veces, borramos un número de teléfono de la agenda del nuestro: porque nunca volveremos a marcarlo o porque ya nunca volverá a estar al otro lado esa voz familiar...

    Un abrazo.

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  4. Cuando nuestros seres queridos fallecen nos cuesta asumir que se han ido de nuestra realidad.
    A veces efectuamos acciones extrañas, como llamar a su número de teléfono, son pequeños hilos de insumisión con los que nos negamos a que desaparezcan, de nuestro día a día, convirtiéndose en recuerdos y memoria...Es duro asumir la muerte de quién se quiere.

    Un abrazo..

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  5. Desgarrador Santiago. Sobre todo porque es verosimil. Un abrazo.

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  6. Si, amigo Santiago. Esas cosas pasan. Has retratado en tu relato un episodio de la vida real, tal cual. Aunque los nuestros se nos vayan del espacio físico, nunca acaban de abandonarnos, ni nosotros a ellos. Por eso les llamamos por teléfono, o les mentamos en conversaciones que mantenemos con familiares y amigos. Gracias a esa conexión permanente no acabamos de irnos ni de quedarnos solos.

    Un abrazo.

    Alex

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  7. Santiago, me ha gustado el desarrollo del relato. Sin embargo no me gusta el tema de la muerte. Nunca he escrito nada usándola como punto de partida ni tampoco como destino final.

    Comentándolo con una compañera, me ha dicho que será que acaso tengo la fortuna de que hasta ahora la muerte no me haya pasado de cerca para llevarse a un ser querido en una circunstancia que no fuera lo que llamamos “ley de vida”. Y me he dado cuenta que era cierto. También le he comentado que si eso ocurre lo lógico es agarrarse a la vida y narrar sobre ella. Ella me ha contestado que escribir sobre la muerte acaso es una manera de expresar ese dolor contenido que por mucho que uno se empeñe sigue enraizado en lo más profundo del alma. Tras reflexionar me he dado cuenta de que también tenía razón.

    Un abrazo

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  8. Leo, Emilio, ahora, nueve días después de haberlo escrito, este texto mío y tus palabras, tu comentario.
    Veo que mis palabras entran en tu vida y mueven algo, no sé qué; pero hacen algo en tu interior. Aunque sólo sea remover la quietud del silencio.
    Con estas palabras tuyas me siento bien pagado. No hace falta más.

    Un abrazo

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  9. Mila, tú eres más objetiva que Emilio. Has llegado a donde yo quería. Has abierto la puerta que yo pretendía mostrarte. Tu comentario me demuestra que algo he aprendido en este largo camino de treinta años de escritura.

    Gracias, amiga, me siento bien.

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  10. Estimado Manuel.
    Me alegra que te guste mi relato, que te parezca importante. Estoy contento con tus palabras.

    Y sí, los números de teléfonos que borramos del nuestro, son, puede ser que sea, por eso, porque sabemos que ya nunca hablaremos con esa persona; porque aceptamos que la muerte es la desaparición total del ser consciente que nos habita.

    No sé, todo esto es un poco, ¿triste?

    Un abrazo

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  11. Mari Carmen, es verdad lo que dices. Es una pequeña rebeldía llamar al número de teléfono de una persona fallecida. Es como si nos negásemos a aceptar lo ocurrido, o como si quisiéramos que siguieran existiendo, aunque sólo fuera en la espera, en la espera que antecede al "dígame".
    En este caso que planteo, la llamada es una decepción más, una vuelta a principio, a la realidad de la muerte, pero sólo por un instante, hasta que el olvido vuelve a llenar la cabeza del que llama, que es otro tipo de muerte.

    Un beso

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  12. Gracias, Antonio.
    Yo también pienso que el asunto es así, desgarrador. Y también que es muy posibles que tal situación se dé.

    Muy alagado.
    Un abrazo.

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  13. Estimado Alejandro.
    Tú siempre tan certero en tus comentarios/síntesis/apreciaciones.
    Gracias amigo. Estoy feliz con tus palabras.

    Un abrazo.

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  14. Estimada Alicia.
    La muerte está siempre a nuestro lado. La veamos o no la veamos. Nos toque o no nos toque de cerca.
    Este caso es sólo un caso de alguien que accede a verla, a sentir el dolor de la ausencia que siempre te deja, por casualidad, por una llamada de teléfono. Hya además una enfermedad que la trae a primer plano cada cierto tiempo, que puede ser una metáfora del tiempo, precisamente.

    Espero que, aunque es imposible, no te toque nunca y que, si lo hace, sea, no de golpe, que duele: ¿más? No sé, esa presencia, siempre te amarga la vida, un poco, un mucho.

    Un beso.

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