El repentino calor quemó sus hojas.
Le cortamos todas las ramas al nogal.
El patio se llenó de luz.
Vimos con nitidez la baranda,
los viejos cencerros colgados en la pared,
las tejas; incluso los nidos de las golondrinas.Pasó el verano, y el otoño.
Los días enchicaron.
Llegaron los fríos del invierno.En febrero dejamos el tronco helado solo.
Retiramos las plantas sembradas en las vasijas de barro
y empezamos a escarbar.
El árbol lo resistió todo estoicamente.
Vimos incluso alguna hormiga roja buscando alimento.
La azada se clavó en la raíz.
Y al instante brotó agua y sangre.
|
jueves, 4 de marzo de 2010
Consumatum est
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Santiago en nuestro instituto tenemos un enorme nogal. Este año en las mañanas frescas y ventosas del mes de octubre he tenido la oportunidad de recoger las nueces del mismo. Me recordó mis finales de verano en la meseta castellana ya que allí la cosecha suele ir más adelantada. Me vino a la mente ese momento en la era. Ese momento en el que, tras retirar la cubierta inicialmente carnosa y después de abrir la cáscara leñosa, extraía el fruto. Estaba tan tierno que permitía aún un último requiebro, quitar la piel aurea. En mis mano el preciado tesoro color marfil, ya desnudo de toda protección y dispuesto para ser degustado. Ese sabor nunca se olvida. Cuando como nueces muy frescas, es como volar por un instante a aquellos lugares de la niñez. Con tu poema he vuelto a viajar. He retornado al pasado.
ResponderEliminarLa práctica de varear este árbol y otros como los olivos recuerda el proverbio árabe “Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos”. Hace referencia a la envidia de los ineptos frente a la persona que logra el éxito en alguna de sus manifestaciones.
Los dos versos finales me recuerdan el proverbio hindú “No hay árbol que el viento no haya sacudido”. Es lo que le ha ocurrido a tu nogal y lo que a veces nos acontece a nosotros.
Un abrazo
Santiago: gracias por estar otra vez cerca.
ResponderEliminarMuy interesante alegoría. Buen poema, tanto en la lectura directa como en la alegórica.
ResponderEliminarEmilio Porta
Me alegra amigos que os guste el poema. Como todas las cosas que escribo tiene su parte sentimental. Es esta.
ResponderEliminarEn el patio de la casa de Toledo hay, todavía, cuatro nogales. Dos de ellos, los más alejados de la sombra de la altura de la casa se secaron con el calor de mayo del año pasado. Hemos tenido que hacer lo que dice el poema...
Y ahora están así, preparados para ser arrancados. De ahí el dolor que me lleva a ese otro dolor último del condenado, del inocente, que volveremos a recordar esta próxima semana santa. De ahí, no sé por qué, a esa lanzada sobre el costado.
Bueno...
Amigo Santiago, has compuesto un poema lleno de simbolismos que, como todo lo que escribes, invita a la reflexión. Y reflexionando he visto en el nogal la vida, la que puede ser mía o tuya de cualquiera.
ResponderEliminarContinúo (se me ha escapado el comentario sin terminar, no sé por qué. Algo habré hecho mal):
ResponderEliminarTe decía que veia representada en el nogal la vida, la que pudiera ser mía o tuya o de cualquiera. No sé si somos tan iguales o tan distintos a los árboles, pero a mi me parece que en poco se diferencian nuestras presencias vitales, nuestra aportación al medio donde habitamos. El fin de ese nogal tuyo tampoco nos es ajeno, pues quién sabe si, con esa afluencia que brota tras el golpe final de la azada, no engendramos vida -o seguimos en ella- tras la muerte.
Un abrazo
Alejandro
En Vizcaya, históricamente, en las comarcas existían árboles bajo los que se juntaban los concejos. Hoy en día, en las ocasiones solemnes e importantes en las que hay que celebrar la unión, el respeto...nos seguimos juntando bajo el Árbol de Gernika.
ResponderEliminarMe alegro, de que una vez más, esta tradición de mi tierra se cumpla y nos hayamos juntado bajo tú árbol Santiago...echaba de menos estas reuniones.
Como todos los seres vivos, los árboles tienen una vida limitada pero se pueden plantar sus retoños.
Aunque también puedes plantar unos extraños árboles, creo que son...Si, ahora recuerdo, son nogales también, sólo que estos dan peras. Conozco al dueño, quizás te pueda dar alguna quima.
Besos y abrazos.
Por cierto, Santiago, tengo un par de bonitas fotos de ese hermoso patio con sus nogales. Si te interesan me lo dices y te las envío.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estimado Emilio, Alejandro, Mari Carmen y Manuel.
ResponderEliminarSí a veces los poemas salen de un tirón, como si ya estuvieran escritos dentro de nosotros desde antes incluso de pensarlos. Desde antes de nacer me parece demasiado.
Sí hay árboles de los que tenemos constancia que son seres vivos, que sienten. Yo los he visto sonreír.
Sí hay árboles que dan un fruto distinto al que nos tienen acostumbrados. Yo he visto árboles que daban alegría en pequeños paquetitos de dos o tres sonrisas.
Sí, tengo fotografías de esos árboles. Algunos llevan gafas, otros barba. Algunos, cuando el viento le besa, cantan canciones que te llevan lejos, al otro lado de la frontera del tiempo: a la infancia, por ejemplo.
Besos, abrazos.
Es hermoso, muy hermoso lo que dices, Santiago. Y el nuevo poema nacido de tu respuesta. Arboles que sienten y padecen, arboles que crecen y se detienen, que nacen y mueren. Eso es Literatura pura, entroncada en la vida, importante.
ResponderEliminar