. Dadme un cáliz enfriado en el agua mil veces remansada de los manantiales, teñido con la sombra del árbol, con el aura de una joven enamorada. Donde se lavan las águilas, donde el polvo es arena bajo los pies, donde el verbo acaricia los labios resecos. . Dadme un vino que calme mi fuego, un candil de nieve nacido en la montaña. ¡Que no deseo estos trajes! Ni estos colores, ni las telas que ahogan los rescoldos de esta sala. ¿No veis? Los días son velos, las noches son juncos sin viento bajo la luna. . Dadme un cáliz con un vino que adormezca mi cabeza, un punto de amor… Un vino liviano sí; porque yo solo he de cumplir tu palabra. |
martes, 27 de abril de 2010
EL MONJE DE SUMAC-KORCKÚ
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Que hermoso poema, Santiago. Lleno de sugerencias. Me recuerda algunas cosas que van componiendo mi serie "Hijos del Hielo".
ResponderEliminarPero este está bien escrito: esa es la diferencia.
Me gusta que, de vez en cuando, nos regales con tu poesía. No se si pensar que ahí sales más tú.
Un abrazo.
Está palabra es casi "La Palabra". El Verbo, el Origen, en todas las filosofías que tratan del Hombre.
ResponderEliminarPoema trascendente y de gran fuerza interior. Profundo y bello.
Port
Santiago, me conoces y ya sabes que siempre hago distinciones entre el Santiago que me lleva por el mundo de la imaginación, que me sumerge en mundos oníricos...y el Santiago más personal, el de Rabat y sus círculos concéntricos, el que me muestra el vuelo de un gorrión...Todos llevamos varias personalidades dentro de nosotros que se mezclan, se entrecruzan...pero es curioso que en ti no se mezclan, caminan en distintos planos. Por eso me sorprendes y nunca sé lo que me encontraré al abrir tu blog.
ResponderEliminarSantiago, magnífico poema. Penetrante, sugerente, sensible...y si lo lees en voz alta suena hermoso. Enhorabuena.
Besos y abrazos.
“¿No veis? Los días son velos,
ResponderEliminarlas noches son juncos
sin viento sobre la luna.
Santiago, con versos como estos no vemos, sentimos.
Un abrazo