sábado, 15 de septiembre de 2012

Antes y después


          Antes de mi encuentro con
                                                             Ella,
como un anuncio de lo que había de venir, antes de mi ulterior caída en la oscuridad, yo conocí a una muchacha como tú, con esa cara tan bonita, con esos ojos negros que enamoran y esa piel tostadita. Seguro que la historia de esta chica no es tu historia; pero yo deseo contártela, por si adviertes en mis palabras algo que es tuyo y lo quieres recuperar.
          Era de Venezuela y se la trajo un matrimonio español amigo nuestro, de Iacob y mío, que nadie piense mal, a Asturias. Se la trajeron porque su mamá de verdad era muy pobre; tan pobre, tan pobre, que los más de los días no tenía ni para darle de comer a sus muchos hijos. Al principio todo fue muy bien. Los abuelos españoles eran muy cariñosos y le regalaban muchas cosas. Y los padres adoptivos la trataban con delicadeza, incluso con un poquitín de amor.
          Pero ella, desde el principio, vio que no iba a ir todo bien, que nunca podría vivir a gusto aquí. No, nada iba a cambiar. Esta mamá española, al igual que la otra mamá venezolana, blasfemaba mucho, gritaba mucho, fumaba mucho; incluso algún día bebía también mucho. Y este papá español, que sí existía, callaba demasiado; callaba tanto que a veces parecía nadie. Y era un poco más que silencio, era también resignación. Y él la miraba con unos ojos llenos de tristeza. Y ella lo veía todo, y lo escondía todo muy dentro de su alma.
          Al principio, para ella todo fueron mimos. Le abrieron incluso hasta una cartilla de ahorros en un banco, a su nombre, para que cuando fuera mayor se comprara un coche. Todos los meses crecía el número de los euros en su cuenta. Y ella estaba contenta con eso. Si sus papás españoles se separaban, al menos tendría un dinero para ella sola. Pero un día, como todos los días, mientras la mamá española discutía con el papá español, ella no pudo contenerse y se echó a llorar. Le daba mucha pena que se hicieran tanto daño. Y fue en ese preciso momento cuando, por primera vez, la mamá española la miró y le gritó que por qué coño lloraba. Ella contestó que porque le daban miedo sus peleas. Y entonces recibió la primera bofetada, el primer insulto.
          Pasaron muchos días y aquello fue cada vez peor. Y ella en el centro de todo. Palabrota va, bofetada viene. Clara, que así se llamaba la niña venezolana, recién despertado el primer lunes de primavera, salió de casa de sus padres españoles camino de la escuela. Llevaba a la espalda su mochila con los libros, como todos los días. Pero ese día no fue a la escuela. Ese día fue al banco, sacó todo el dinero y se marchó para siempre. Y nadie sabe dónde está. Algunos dicen haberla visto en una casa de acogida para jóvenes menores de dieciocho años, en Sevilla. Otros que la vieron tomar un avión y volver a Venezuela. Lo cierto es que de Clara nunca más se volvió a saber. Ella, que era toda claridad, se convirtió de pronto en una sombra.




          Después de mi encuentro con
                                                      Ella, 
todo quedó muy claro. Clara nunca había existido más que en mi imaginación. Clara sólo había sido esa pequeña luz ardiendo en mi oscuridad.

10 comentarios:

  1. Un antes y un después.
    Un relato muy vivo que puede ser la historia personal de cualquiera.
    Un saludo Elvira, un placer muy grato el leerte.

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  2. Gracias a tí, ETERNAUTA, a tí, ese grito desde lo oculto que llega a esta bitácora.

    Un beso.
    Elvira

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  3. Un historia cruda que no te deja indiferente y deja a uno pensativo.

    Un abrazo grande,

    María Eva.

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  4. Gracias, María Eva.

    Tú si que sabes hacer que el lector piense. Véase si no tu "Chivo expiatorio" del pasado jueves 13, amenizado con esa preciosa música de fondo.

    Un beso.
    Elvira

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  5. Real o imaginaria, Clara es una muestra del sufrimiento que generamos a seres inocentes cuando se desata la violencia. No es buena la violencia, no.
    Un abrazo.

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  6. Nunca dejas a nadie indiferente. Al menos nunca a mí. Gracias.

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  7. Gracias Isabel por venir desde los adjetivos abismales a dejar estas palabras tuyas tan llenas de cariño.

    Un beso.
    Elvira

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  8. Gracias Emilio por tus palabras siempre llenas de cariño. Tus palabras son siempre de "afectoaliento yánimo" hacia los demás...
    y eso siempre vale más de diez rublos.


    Elvira

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  9. “Clara nunca había existido más que en mi imaginación. Clara sólo había sido esa pequeña luz ardiendo en mi oscuridad.”

    Elvira, permíteme disentir contigo, Clara existe… y continua muy viva en estas letras, y en la memoria de quién se han topado con ella a través de ti. Gracias.

    Clara es una luz ardiendo en la oscuridad :-)

    Besos y abrazos.

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  10. Visto así, sí, Mari Carmen.

    Pero yo no digo que Clara no exista, claro que existe tal y como tú lo cuentas.

    Lo que yo digo es que después de,

    "Clara sólo había sido esa pequeña luz ardiendo en mi oscuridad."

    Sí, amiga Mari Carmen, después de lo real se transforma en llama, es llama en la oscuridad...

    Un beso.

    Elvira

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